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- Misiones espaciales, Tecnología
revista de divulgación del Instituto de Astrofísica de Andalucía
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Sondas encantadoras, rovers adorables
Corría el año 2007 cuando, una noche oscura, caminaba yo de vuelta a casa por un callejón solitario. De repente oí un ruido a mi espalda y, cuando me volví, vi una rata que cruzaba la calle como Pedro Duque por su nave (ingenioso paralelismo con la más convencional expresión “como Pedro por su casa”, que sirve para avisar sutilmente al lector de que esto va a ir hoy de misiones espaciales). Cuando la rata se dio cuenta de mi presencia se paró y se quedó mirándome durante unos segundos. Luego continuó tranquilamente su camino y se perdió por uno de esos agujeros que solo son capaces de ver los roedores y los inspectores de Hacienda. ¿Que por qué cuento una historia tan insulsa? ¿Que por qué me acuerdo de la fecha? En realidad no me acordaba, pero la he podido comprobar fácilmente porque recuerdo que fue pocas semanas después del estreno de Ratatouille, y eso hizo que mi encuentro con aquel roedor perdiera sus connotaciones siniestras y se convirtiera en algo más cordial. Y es que cuando la rata me miró no solo me sorprendí a mí mismo pensando “a ver qué dice”, sino que hasta esperaba que me hiciera un suflé. Nos guste o no, Disney (y ahora Pixar) han cambiado para siempre nuestra relación con los animales. Algo parecido sucede con las misiones espaciales de los últimos años, en las que la divulgación de resultados para el gran público se basa en campañas preciosas con dibujitos y guiones maravillosos. Así sucedió con la misión Rosetta, que publicó unos vídeos encantadores en los que la sonda era una madre cariñosa que pacientemente informaba al pequeño módulo de aterrizaje Philae, que era tan mono que daban ganas de achucharlo, del estado de la misión y del tiempo que quedaba para llegar al destino. Al rover Opportunity se le suele representar como un trabajador incansable, que intenta por todos los medios alcanzar los objetivos para no defraudar a sus jefes y volver cuanto antes a una Tierra que echa de menos. Y, aunque no está basado en una misión real, no puedo evitar volver a Pixar para citar aquí una de mis películas de animación favoritas, tal vez un tanto olvidada si la comparamos con sus más grandes éxitos, WALL·E, que se desarrollaba en un escenario que cada día nos resulta más cercano y familiar: un planeta Tierra desbordado por la acumulación de residuos, que ha sido abandonado por la raza humana a la espera de que los robots limpiadores detecten un atisbo de vida que haga posible la vuelta de la humanidad a casa. Igual que Rosetta/Philae y Opportunity, WALL·E es un personaje genial, cargado de expresividad y sentimientos, hasta el punto de que termina enamorándose (no es spoiler si han pasado más de diez años) de la encantadora sonda que viene en busca del primer brote verde que nace en nuestro planeta tras el apocalipsis de porquería.
TECNOLOGÍA PUNTA
A mí, que tengo alma de niño, me encanta este tipo de divulgación, porque acerca las misiones espaciales de forma divertida y no exenta de rigor a un público que de otra forma no se interesaría por ellas. Pero también reconozco que tiene cierto peligro, porque representar la tecnología a través de memes y películas de animación puede hacer que no valoremos suficientemente lo que se ha conseguido. Siento ser precisamente yo el que entierre la parte de niño que queda en ti, querido lector, y te lleve a base de collejas al lado adulto de la tecnología: las naves espaciales no tienen ojitos y los rover marcianos no se sienten solos cuando vagan por un planeta desierto ni se alegran cuando consiguen cumplir los objetivos de la misión. Las sondas como Rosetta, los rovers marcianos como Spirit, Curiosity u Opportunity y tantas otras naves e instrumentos que se han enviado a multitud de cuerpos celestes en el sistema solar son ingenios de tecnología punta que han sido diseñados, desarrollados y programados por grupos de ingenieros, que han conseguido coordinar equipos, tareas y tiempos de trabajo para que un sistema complejísimo no solo pueda funcionar en un entorno más hostil que Invernalia en navidad, sino mandar datos para que sepamos qué están encontrando los múltiples instrumentos científicos, cada uno de los cuales es a su vez un complejo sistema en sí mismo que necesita de su propio proyecto de diseño y desarrollo.
LA VIDA ÚTIL DE LAS MISIONES
Tal vez esto que digo le reste algo de romanticismo a las misiones, pero a cambio le añade mucho de épica, de reconocimiento del mérito que tiene llegar a donde hemos llegado, de admiración por los equipos de ingenieros que consiguen que instrumentos creados en la Tierra salgan de nuestro planeta sin desintegrarse durante el violentísimo despegue de un cohete, consigan encontrar en la inmensidad del espacio cuerpos celestes situados a millones de kilómetros de distancia, obteniendo gran parte de su energía a través de complicadas maniobras de asistencia gravitacional, aterricen en otro episodio todavía más violento que el despegue sin perder ni un tornillo y logren no solo cumplir los exigentes objetivos para los que fueron diseñados, sino muy habitualmente superarlos. Como sucedió con el rover Opportunity, cuya misión se dio por concluida el pasado mes de febrero (noticia que inspiró este artículo, y muchas ilustraciones como la de la izquierda) después de 5.498 días de funcionamiento en Marte, cuando la duración prevista de su misión era de tres meses. 5.498 días, repito. Tres meses, repito. Es decir, estuvo funcionando… ¡sesenta veces más de lo previsto! Es como si el lector, del que se espera que cotice unos cuarenta años, estuviera trabajando hasta los 2.400 años de edad. Sin vacaciones y sin bajas por enfermedad, ojo. Sirvan por tanto estas líneas como homenaje a los equipos humanos que, con ingentes cantidades de trabajo, esfuerzo y cantidades todavía mayores de ilusión y dedicación, consiguen estos logros tecnológicos que hace pocas décadas eran impensables para la mente humana. Opportunity ha dejado de transmitir, sí, pero Curiosity sigue en marcha con nuevos objetivos, nuevos datos y nuevos retos. El rey ha muerto. ¡Viva el rey!