revista de divulgación del Instituto de Astrofísica de Andalucía

Ciencia en historias

Accidente en Marte

Por Sebastiano de Franciscis (Murphy Institute of Calamity, MIC) y Emilio J. García (IAA-CSIC)

FÍSICA O FATALIDAD. historias de grandes fracasos de la ciencia técnica y experimental

Apreciadas amigas, queridos amigos del IAA, me presento, soy Murphy, y soy el duende napolitano del fracaso científico. A lo largo de la historia he tenido muchos nombres: fatalidad, adversidad, infortunio, mala suerte, desventura, desgracia, fracaso… Los griegos me llamaban Ate, los nórdicos, Wynd; los romanos, Nefas. Para los gitanos soy el mal fario o malaventura, y para los napolitanos, la jattura o malaciorta. Pero soy más conocido en el mundo entero con el nombre de Murphy. Ya sabéis, si algo puede salir mal… saldrá mal. Esta es mi misión, esta es mi diversión.

Nos contaron que las medidas no importan, pero las unidades de medida SÍ.
23 de septiembre de 1999. Qué día más glorioso, fue una de mis obras maestras: sala de control de la Lockheed Martin, la principal compañía estadounidense de la industria aeroespacial y militar; ese día había que coordinar la misión espacial de la Mars Climate Orbiter, una sonda construida por encargo de la NASA. ¡Veréis qué delicia!
OPERADORA NASA: Aquí equipo de control de JPL NASA en Pasadena. Comenzamos proceso de inserción en órbita marciana de la misión Mars Climate Orbiter. Nos reciben. Cambio.
OPERADOR LOCKHEAD: Sí, aquí equipo de control de la misión en el centro Lockheed Martin de Astronáutica, en Colorado. Recibido. Ha sido casi un año de viaje, pero nuestro pájaro por fin llega al nido. ..je…je.. eh .. cambio.
OPERADORA NASA: Ejecutando orden de aproximación a órbita marciana de la Mars Climate Orbiter. Encendiendo cohetes propulsores. 
OPERADORA NASA: Esperando lectura de nueva órbita. 
CONTROL: Pi ..Pi..Pi… Pirrrr [Silencio]
OPERADOR LOCKHEAD: Eh… NASA… aquí centro Lockheed. Mira, a lo mejor es cosa nuestra, pero creo que hemos perdido señal de la sonda. No la escuchamos… cambio. 
OPERADORA NASA: Nosotros tampoco recibimos señal. Hemos perdido comunicación con la misión. No entendemos. Las órdenes enviadas para la nueva trayectoria de inserción han sido las correctas. Cambio.
OPERADOR LOCKHEAD: Sí. Lo confirmamos. A los cohetes propulsores se les ha comunicado un impulso de 3.32 libras-fuerza por segundo. Cambio.
OPERADORA NASA: ¿Qué? Perdón, control Lockhead… ¿podría repetir el dato? Cambio. 
OPERADOR LOCKHEAD: Sí, que los cohetes han recibido un impulso de 3.32 libras-fuerza por segundo. Vamos, que la sonda debe estar ahora a una órbita 223 millas de Marte, moviéndose a unos 23.2 pies por segundo, y soltando unas 123 onzas de combustible por yarda avanzada… Vamos, que si todo va bien, en un rato estamos celebrándolo con unas pintas en el bar, ¡viva! Cambio.
OPERADORA NASA: [Silencio].
Acabáis de ser testigos de uno de los momentos más bochornosos de la historia de la exploración espacial. La empresa Lockheed había desarrollado los sistemas para controlar la Mars Climate Orbiter, una sonda que iba a orbitar el planeta rojo, pero lo hizo en el sistema anglosajón de medida. ¡El sistema del imperio! ¡viva el mal, viva el capital!
Pues el Jet Propulsion Laboratory de Pasadena, encargado de programar los sistemas de navegación, desarrollaba sus proyectos con el sistema métrico decimal (milímetros, metros, kilómetros y kilos) para realizar sus cálculos, mientras que el Lockheed Martin Astronautics de Denver, que diseñó y construyó la Mars Climate Orbiter, empleaba el sistema inglés (pulgadas, pies y libras). Sin embargo, los datos de navegación no fueron convertidos de un sistema a otro antes del lanzamiento al espacio de la sonda.
La nave sufrió una esquizofrénica confusión, que le llevó a alcanzar Marte en una posición de órbita inestable, por lo que se estrelló.


Hay 1,6 kilómetros en una milla y 2,2 libras en un kilogramo, una diferencia abismal para cualquier actividad humana, y no digamos para una de alta precisión como es la navegación espacial.
Cuando la NASA perdió contacto con la sonda, la Mars Climate Orbiter tenía previsto acercarse al planeta a una distancia mínima de 87 millas (139 km), pero lo hizo a 37 millas (60 km). 
El artefacto se perdió y ahora es chatarra espacial. Imaginad, una chatarra que costó a los contribuyentes norteamericanos la friolera de 125 millones de dólares.
¿Y cómo sale de esta Edward Weiller, director adjunto de la agencia estadounidense (que, pese a todo, logró colocar a seres humanos en la Luna hace ya tres décadas), en la primera rueda de prensa tras el accidente?: “A los periodistas: cierto que el contrato de la NASA con la empresa LOCKHEED especificaba claramente que en todo momento las unidades debían ser las del sistema métrico decimal, cosa que no fue así. Pero, en cualquier caso, la NASA asume toda la responsabilidad. La gente a veces comete errores. Nuestro trabajo es detectar esos errores. El problema más grave no fue el error en sí, sino el fracaso de los servicios de ingeniería de la NASA y de sus mecanismos de detección y comprobación. Esa es la razón por la que perdimos la nave”. Y el dinero del contribuyente, añado yo.
Los fracasos son imprescindibles, aunque nos gustaría que las cosas salieran bien a la primera. Pero la ciencia no funciona así. Así que yo, fatalidad, soy muy necesaria.
Cari miei, ha sido todo un placer… y recordad: “errare humanum est, perseverare autem diabolicum”. ¡Arrivederci!