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revista de divulgación del Instituto de Astrofísica de Andalucía
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Mercurio
Mercurio, el planeta más cercano al Sol, constituye un mundo peculiar por diversas razones: aun siendo el planeta más pequeño, incluso menor que algunos satélites como Titán o Ganímedes, su densidad es altísima; sufre la mayor variación de temperatura entre el día (427ºC) y la noche (-183ºC) de todo el Sistema Solar; carece de satélites y de atmósfera (posee, no obstante, una tenue exosfera compuesta, entre otros, por hidrógeno, helio y oxígeno) y presenta un misterioso campo magnético. Debido a su proximidad al Sol, Mercurio ha constituido, históricamente, un objetivo difícil de observar desde Tierra. La sonda espacial Mariner 10, durante los tres sobrevuelos que realizó entre 1974 y 1975, obtuvo imágenes del 45% de la superficie con una resolución cinco mil veces superior a la obtenida hasta entonces y aportó casi toda la información de la que disponíamos sobre el planeta hasta los recientes sobrevuelos de la misión Messenger (NASA). Dicha información confirmó la relación entre los periodos de rotación (58,65 días) y de traslación (88 días) de Mercurio: debido a un fenómeno que se conoce como acoplamiento, rota tres veces mientras da dos vueltas alrededor del Sol. Así, cuando el planeta se halla en su perihelio, o posición de su órbita más cercana al Sol, un habitante de Mercurio vería cómo el Sol, tres veces más grande que como lo vemos desde la Tierra, va deteniéndose en el cielo hasta pararse por completo, moviéndose después en sentido contrario durante ocho días. Otro dato curioso es que, debido a la falta de atmósfera, cuya densidad y composición determinan que el cielo en la Tierra se vea azul y en Marte rosáceo, el cielo de Mercurio aparece oscuro incluso durante el día.
Aunque la superficie de Mercurio, plagada de cráteres y llanuras, presente un gran parecido con la de la Luna, la observación detallada de las imágenes de Mariner 10, que abarcaban solo un hemisferio del planeta, ponían de manifiesto diferencias importantes. Mientras en nuestro satélite se distinguen con nitidez regiones escarpadas, brillantes y cuajadas de cráteres ("tierras") y otras hundidas y oscuras ("mares"), Mercurio no muestra una dicotomía tan clara: sí presenta tierras altas y tierras bajas, pero de muy similar apariencia; además, en las tierras altas los cráteres comparten el espacio con los llanos, formando una estructura más compleja que la de la Luna. Asimismo, la escasez de grandes cráteres (de diámetros entre 20 y 50 km) en la superficie de Mercurio establece otra notable diferencia: sugiere que algún fenómeno de naturaleza incierta (bien volcánica o bien relacionada con impactos de meteoritos) produjo cambios en el terreno y borró gran parte de los cráteres. En las regiones altas y craterizadas de Mercurio se han observado también estructuras curiosas, denominados declives lobulados, que marcan una nueva diferencia; se trata de acantilados recortados y poco profundos de cientos de kilómetros de longitud que probablemente se produjeron a causa de una contracción global de la corteza provocada, a su vez, por un lento enfriamiento y una posterior contracción del núcleo de hierro.
La misión Messenger (NASA), además de completar el mapa del planeta, halló vapor de agua en la exosfera de Mercurio, confirmó que el vulcanismo fue un proceso global en el planeta hace unos 4000 millones de años y halló las primeras evidencias de la existencia de hielo de agua en los cráteres permanentemente oscuros del planeta
Uno de los enigmas que aún guarda el planeta reside en la existencia de un campo magnético que, aunque mucho más débil, presenta la misma interacción con el viento solar que el terrestre. En la Tierra, el campo magnético se debe al movimiento del material líquido de las regiones externas del núcleo, pero el caso de Mercurio desconcierta porque, dado su tamaño, su núcleo debió haberse solidificado hace mucho tiempo (de hecho, los acantilados mencionados podrían ser consecuencia de ello). Otra explicación para el campo magnético contempla que la corteza del planeta esté magnetizada, algo parecido a lo que ocurre en Marte aunque a escala global. Las observaciones de la misión BepiColombo (ESA), que se lanzará en 2017 y en la que participa el Instituto de Astrofísica de Andalucía, permitirán hallar una explicación al problema.
BepiColombo también contribuirá a resolver otra de las grandes cuestiones pendientes: la densidad del planeta. Solo la Tierra presenta una densidad ligeramente superior a la de Mercurio, pero al corregir la compresión producida por el tamaño de ambos planetas Mercurio se alza con el récord en densidad. Esto implica que su núcleo ser debe rico en hierro y muy voluminoso (según los datos de Messenger ocuparía el 85% del radio del planeta, muy por encima del 17% del núcleo terrestre), algo difícil de explicar y para lo que se barajan distintas teorías: quizá la región de la nebulosa donde se gestó Mercurio era especialmente rica en hierro, o el calor del Sol en sus primeras etapas vaporizó parte de la corteza del planeta, o puede que un gran impacto expulsara buena parte del manto rocoso, dejando un núcleo metálico de grandes dimensiones. Pronto sabremos cuál es la correcta.