revista de divulgación del Instituto de Astrofísica de Andalucía

Ciencia en historias

John Money o de la legalización de la tortura infantil

Por Daniel J. García López, Departamento de Filosofía del Derecho, Universidad de Granada

Tres cuerpos adolescentes desnudos. Ninguno llega a los quince años de edad. Tres cuerpos adolescentes desnudos y una franja negra que recorre sus ojos. La fotografía en blanco y negro. El fondo acentúa sus genitales. El espectador se dirige a ese punto: hay algo extraño que los diferencia de unos genitales normales. Se trata de menores intersex. Los cuerpos siguen desnudos por mucha franja que oculte sus miradas.
Esta es una de las prácticas habituales de la medicina moderna: realizar fotografías y vídeos a personas en minoría de edad. Y hacerlas, obviamente, sin su consentimiento, situando una franja negra como si de esa forma el suplicio quedara oculto. Se trata de una situación de tortura, y así se ha señalado en el Informe del Relator Especial sobre la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes  realizado en 2013 por Naciones Unidas. John Money (1921-2006) fue uno de los mayores torturadores del siglo XX e inventor de un método aún practicado hoy en día sobre personas intersex.
Desde su cátedra en la Johns Hopkins University (Estados Unidos), tras defender en 1952 su Tesis Doctoral Hermafroditismo: una investigación sobre la naturaleza de una paradoja humana en la Universidad de Harvard, Money creó el protocolo para la normalización de personas intersex (Optimal Gender of Rearing)1. El método desarrollado por John Money sigue aplicándose hoy en día en los hospitales de las llamadas democracias occidentales. Money consideraba a las personas intersex como sujetos anormales y defectuosos que debían ser corregidos para que pudieran desarrollar una identidad de género estable, pues sus cuerpos no se ajustaban a la norma de lo que debía ser un hombre y una mujer. De lo contrario, serían infelices y, peor aún (nótese la ironía), desarrollarían conductas homosexuales.
Esta era su hipótesis. El binarismo sexual, aquella ficción que nos separa en hombres y mujeres, debía ser protegido a toda costa, aunque ello supusiera la negación de derechos de las personas que no cumplían con esa norma, según la interpretación que hacía John Money de ella. Para demostrar su teoría, se le presentó un caso idóneo, los gemelos Reimer: dos chicos endosex (no intersex) uno de los cuales, tras pasar por una cirugía de fimosis a los pocos meses de edad, perdió el pene. Money vio aquí el cielo abierto. Demostraría su teoría convirtiendo a uno de ellos en niña por medio de procesos quirúrgicos, hormonales y psicológicos. Al mismo tiempo, podría analizar el desarrollo paralelo de su hermano gemelo. La idea es que si se consigue una anatomía sexual creíble (es decir, que los genitales se vean estéticamente correctos), se podrá producir el género. Por resumir brevemente el caso: en la adolescencia, Brenda rechazó lo que habían hecho de ella porque se identificaba como David. David fue torturado de niño. Eso nunca se le borraría de la memoria. Pero tampoco a su hermano, y ambos acabaron suicidándose.
A pesar de demostrarse lo erróneo de la teoría de Money y cómo produjo graves daños a menores intersex en la Johns Hopkins University, hoy en día en nuestros hospitales se sigue aplicando su protocolo. Hoy en día se sigue mutilando a menores intersex, a recién nacidos, en las llamadas cirugías de normalización genital neonatal, así como todos los tratamientos médicos meramente estéticos y sin consentimiento de la propia persona. Porque la ciencia biomédica entiende que nos encontramos ante un caso de urgencia psicosocial y, como tal, ni siquiera es necesario el consentimiento de los padres/madres/tutores legales. John Money institucionalizó la tortura infantil y los sistemas jurídicos la avalaron: fotografías de cuerpos desnudos, experimentación hormonal, mutilaciones genitales. Eso es lo que le debemos a John Money. También el concepto de disforia de género que se utiliza para patologizar y discriminar a personas transexuales. Y gracias a ello recibió la prestigiosa medalla Magnus Hirschfeld de la Deutsche Gesellschaft für Sozial-wissenschaftliche Sexualforschung.
El 22 de enero de 2018, en Ginebra, durante la sesión número 77 del Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas, se examinó cómo el Estado español sigue practicando mutilaciones genitales a personas intersex. Unos días más tarde, el 2 de febrero, hace apenas unos meses, España fue condenada por Naciones Unidas por violación de los derechos de los niños y las niñas intersex. Porque en nuestros hospitales se sigue aplicando el protocolo creado por Money, se sigue torturando a menores de edad, incluso a neonatos. Las ideas de John Money, como dogmas de fe, se siguen estudiando en las Facultades de Medicina. Los derechos de las personas intersex (sexuales y reproductivos, a la integridad física, al libre desarrollo de la personalidad o a la dignidad) quedan en suspenso en las puertas del quirófano. Como no es posible enjuiciar a John Money por crímenes contra la humanidad al haber fallecido, quede su retrato, con sus ojos marcados por la franja oscura de la tortura, tal y como él realizó a cientos de menores intersex, como nuestra particular vendetta.

REFERENCIAS:
Daniel J. García López (2015). Sobre el derecho de los hermafroditas. Tenerife: Melusina.