revista de divulgación del Instituto de Astrofísica de Andalucía

El Moby Dick de...

GALAXIA DE ANDRÓMEDA

... LAURA HERMOSA MUÑOZ (CAB, INTA-CSIC)

Yo no sabía que la astrofísica se podía estudiar. Suena raro, lo sé. En mi cabeza de niña, todo lo que se podía aprender del cielo era mirándolo a simple vista o con telescopios usando los propios ojos, y poco más. El cielo nocturno me fascinaba, las noches de verano despejadas me las pasaba mirando para arriba. Así acabé aprendiendo las constelaciones y a guiarme por el cielo junto con la ayuda de mi madre. Aprendí muchas cosas de mi madre, y muchas otras por mi cuenta viendo series como Cosmos (sé que ya parece un tópico, pero es la verdad). Así descubrí por primera vez a simple vista a la galaxia de Andrómeda. Resultó que había muchas más galaxias aparte de Andrómeda, pero que esta es la más grande que tenemos en nuestro entorno. Con el tiempo aprendí que las galaxias y demás objetos las estudiaban los astrofísicos, que trabajan en estudiar el universo, y no sabéis la ilusión que me hizo. Parecía que había una forma de poder entender todo aquello que había ahí arriba. Hice el grado en física porque quería con- seguir ser astrofísica, lo que veía como un sueño. La verdad es que no pensaba demasiado en la dificultad que acarrearía la universidad, yo solo quería llegar ahí. Y entonces encontré el máster de astrofísica en la Universidad de La Laguna y todo cambió. Se me abrieron los ojos al poder descubrir, literalmente, todo el universo.

La primera vez que vi el cielo nocturno desde el Teide, se me pusieron los pelos de punta. El cielo al que yo había mirado en las noches de verano era infinitamente más rico y profundo. Se me hacía casi imposible reconocer nada pese a que conocía las constelaciones... ¡había demasiadas estrellas! Pero entre cientos de miles de ellas, ahí estaba Andrómeda otra vez, como una guía para situarse, un punto de anclaje.

En el máster pudimos usar los telescopios de los observatorios del Teide, en Tenerife, y del Roque de los Muchachos, en La Palma, para hacer prácticas y analizar nuestros propios datos. En una asignatura, dirigida por Ismael Pérez Fournon, nos dedicamos a observar la galaxia de Andrómeda para identificar cúmulos de estrellas, el fenómeno de su núcleo doble, entre muchas otras cosas.

A mi grupo nos tocaba analizar imágenes de una zona de Andrómeda para compararla con otras imágenes de épocas anteriores y en otras frecuencias. Ese día de 2018 en clase descubrimos un puntito en nuestros datos que en otras imágenes no estaba. Nos volvimos un poco locas, no sabíamos qué era, si era un fallo del detector, de la reducción de datos, un cometa, un objeto no registrado o qué. Ismael nos ayudó a descubrir que, en realidad, aquel puntito era una nova, un fenómeno recurrente que ocurre en ciertas estrellas en sistemas binarios. Básicamente una de las estrellas está absorbiendo material de su estrella compañera hasta llegar a una masa crítica en la que expulsa parte de esas capas externas, pero sin llegar a “morir” como ocurre cuando se produce una supernova.

Así que habíamos descubierto una nova en Andrómeda. Tras hacer las medidas oportunas nos dimos cuenta de que era la más brillante detectada ese año en Andrómeda. Hicimos hasta una nota de prensa con el descubrimiento: “Alumnos de la ULL des- cubren  la  nova  más  brillante  de Andrómeda”. ¿Sabéis lo que supuso eso para mí? ¡De repente había hecho mi primer descubrimiento de algo en el cielo, y habíamos podido aportar un poquito al mundo de la astronomía!

Sé que puede parecer poca cosa, hay muchas novas explotando constantemente en galaxias como Andrómeda. Pero aquella fue la primera vez que sentí que podía no solo maravillarme con la astronomía, sino también que podía ser útil y aportar cosas nuevas. Hace menos de un año me encontré a Ismael de nuevo. Me dijo que a raíz de todo aquello, había cambiado la orientación de la asignatura hacia descubrir y caracteri- zar novas recurrentes en Andrómeda.

Después de aquello han venido muchos datos nuevos, muchas técnicas nuevas más complicadas que la imagen, miles de cosas interesantes. También descubrí que lo de saber interpretar el cielo a simple vista no lo sabe hacer todo el mundo, y que muchos astrofísicos profesionales por desgracia nunca han mirado ni siquiera por un teles- copio amateur. Yo sigo siendo capaz de reconocer Andrómeda en el cielo, y me encanta enseñar cómo se observa. A pesar de lo grande que es y lo cerca que está, no es fácil de ver con nuestros ojos, y por supuesto no se puede distinguir desde todos los sitios por culpa de la contaminación lumínica. Dentro de unos cuantos miles de millones de años, Andrómeda y nuestra galaxia, la Vía Láctea, se fusionarán para formar un nuevo objeto al que se llamará Milkdrómeda. Aunque a la Tierra no le pasará nada, nuestro cielo estará cubierto de la maraña cósmica que ocurre cuando dos galaxias tan grandes interaccionan. Un digno final para las dos galaxias que más han marcado mi comienzo en astrofísica.

LAURA HERMOSA MUÑOZ (CAB, INTA-CSIC)

Doctora en Astrofísica por la Universidad de Granada y el Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC). Actualmente trabaja como investigadora posdoctoral en el Centro de Astrobiología (INTA-CSIC). Su investigación se centra en el estudio de los núcleos activos de galaxias, en particular de los “vientos” que se producen y su efecto en la evolución de las galaxias. Participa en el proyecto de explotación de tiempo garantizado de MEGARA/GTC y de MIRI/JWST.