revista de divulgación del Instituto de Astrofísica de Andalucía

Reportaje

El imaginario del planeta rojo a través del arte

“Marte mantuvo un dominio inquebrantable en la imaginación humana durante miles de años. Mientras los antiguos astrónomos observaban cómo las estrellas se extendían majestuosamente en la oscura bóveda celeste, centraron su atención en un extraño objeto rojizo que no seguía las leyes de los cielos. Casi todas las estrellas parecían moverse a lo largo del mismo arco, pero Marte era una de las pocas estrellas que no seguían la trayectoria adecuada. Los griegos llamaban a estos objetos planētēs, que significa errantes”.
Por Por Sofía López Martín // @sofialomart

Las palabras del escritor Paul Raeburn nos hacen ver que la relevancia de Marte en la historia es innegable, y tanto el simbolismo que encierra –su nombre, Marte, por el dios romano de la Guerra- como su color brindan al planeta de un magnetismo que atrapa a todos los curiosos. 
Ya desde la antigüedad era evidente que la órbita de ese pequeño punto pálido rojo no era como los demás errantes. Habría que esperar a las observaciones de los astrónomos del siglo XVII para comenzar a perfilar y definir la superficie de este planeta. Con figuras como las del célebre Giovanni Schiaparelli fuimos conscientes de una serie de manchas que se extendían por todo el planeta, como si se tratase de canales. 
Las ilustraciones de Schiaparelli son tremendamente llamativas y sirvieron para despertar la curiosidad de muchos más astrónomos y artistas. Las formas en que se representa el planeta rojo irán oscilando y plasmándose prácticamente en todas las teorías que se planteen, acaben siendo acertadas o erróneas. Pasando por los canales de Schiaparelli, las ilustraciones de Percy Lowell, Étienne Léopold Trouvelot, Scriven Bolton o Camille Flammarion. El arte es el soporte en el que estas hipótesis se sostienen hasta que son desmentidas o corroboradas.
Dando un salto hasta el siglo XX, en pleno auge de la carrera espacial, el planeta rojo se presenta como la meta más cercana (con permiso de la Luna) para la humanidad, y los artistas se lanzarán a representarlo e idealizarlo. La conquista de Marte debe ser, por lo tanto, el siguiente gran paso de la humanidad, y una vez conseguido, se convertirá de manera indudable en uno de los eventos más importantes de nuestra historia. 

El motor que impulsará estas motivaciones, tanto para ingenieros como para artistas, será la imparable curiosidad que los humanos llevan cultivando desde que hemos podido alzar la vista al cielo. En el caso de los artistas, el peso es mayor, ya que representar el planeta más cercano será algo que les fascinará, pero servirá para que el gran público también perciba a Marte como ese destino soñado e idealizado, la próxima meta de los exploradores del Sistema Solar.
Ahora, en pleno siglo XXI, si bien todavía no hemos conseguido llevar humanos a Marte, el salto es inminente. Consideramos entonces un éxito la evolución de las representaciones del planeta rojo, ya que han ido sembrando las semillas para asumir este salto, desde las meras estimaciones, pasando por representaciones de una superficie repleta de vegetación y de canales hasta llegar a la actualidad más inmediata con las imágenes de la Perseverance y el Ingenuity, elementos que sirven para corroborar las creencias que el arte espacial había ido estimando a lo largo del siglo.

La mejor forma de resumir las representaciones de Marte en la pintura espacial sería remontándonos a la tradición pictórica del realismo americano, a los elementos de la pintura romántica, a lo sublime. Los artistas del siglo XIX comenzaron a observar el mundo con otros ojos. Los paisajes y la vastedad de los mismos comenzaban a postularse como elemento predilecto en la tradición pictórica. Los artistas estadounidenses, más concretamente los de la Hudson River School, exploraron y cayeron rendidos ante la naturaleza indómita y desproporcionada que encontraban a su paso. 
Los parques de Yellowstone y Yosemite llevaron a estos artistas a querer formarse como geólogos y botánicos, siempre con el fin de poder transmitir la mayor verosimilitud posible en unos paisajes que habían conseguido conmoverles y aturdirles. Aquí empezamos a ver los rasgos que el arte espacial hereda directamente, cambiando los parques naturales por las superficies también rocosas de Marte y, por lo tanto, encontraremos multitud de rasgos similares a los que vemos en la pintura de célebres artistas decimonónicos como Johan Christian Dahl o Caspar David Friedrich. 
¿Qué significa que estos artistas espaciales se hayan inspirado en artistas de la escuela más tradicional? Que, como ya hemos visto, han seguido los pasos de una corriente que representaba paisajes que sobrepasaban la escala humana, tan inmensos y amplios que nos parecen inconcebibles para la razón humana. Si trasladamos estas sensaciones a Marte, vemos que no hay mejor forma de plasmar un horizonte naranja, rojizo, extremadamente erosionado, repleto de rocas de todos los tamaños y formas, con impresionantes cañones y precipicios, además de llanuras que se extienden hasta donde alcanza la vista, que con este lenguaje pictórico. 

Vemos entonces que es innegable la relación de esta pintura con la tradición romántica del paisaje sublime. En ella, la desolación, las grandes escalas y la idea de que son espacios deshabitados, a millones de kilómetros del ser humano, producen la placentera sensación de lo sublime terrorífico que desarrollan teóricos como Edmund Burke. De hecho, por esencia, cualquier paisaje espacial es sublime, ya que pone de manifiesto la pequeñez humana como ningún paisaje terrestre lo consigue.
Cuando, a finales de la década de 1970, las sondas Viking empezaron a devolver imágenes de la superficie de Marte, se verificó que muchos de los elementos que habían configurado la tipología pictórica del planeta se mantenían y, por tanto, confirmaban. Los artistas, muy cercanos a los conocimientos científicos del momento, habían conseguido crear un imaginario donde Marte había sido tremendamente fiel a la realidad. Así que no hay mejor forma de comprobar esta afirmación que lanzándonos a comprobarlo. 
Las sondas Viking, que además estuvieron acompañadas de una gran cantidad de ilustraciones durante su lanzamiento y preparación, tanto de las sondas como de su labor (al igual que con la sonda Марс 3), nos devolvieron las primeras imágenes desde la superficie del planeta. 
En la imagen de la izquierda, tomada el 25 de agosto de 1976, en el Sol 35 de la Viking 1, la similitud con imágenes de artistas como Chesley Bonestell, Ludek Pesek o Ron Miller es innegable. Las rocas esparcidas a lo largo del paisaje, cubierto de polvo rojizo, habían estado difundiéndose desde la década de los años 1930, de la mano de figuras como Lucien Rudaux. 
En el ejemplo de este artista, reconocemos un horizonte que casi no difiere del que nos devolvieron las Viking. 

Un ejemplo, clave a la hora de representar los avances en la carrera espacial es tan sencillo que a veces ni siquiera nos percatamos. Si las cámaras fotográficas se encuentran en las sondas o los Rovers, necesitamos ilustraciones para entender cómo interactúa este elemento con su entorno. Un ejemplo que tiene lugar en otro cuerpo del Sistema Solar, será la maniobra de la sonda Cassini precipitándose sobre Saturno, donde los vídeos e imágenes que se utilizaron para enseñar la maniobra no salían de las propias cámaras de Cassini sino de los artistas que, basándose en las imágenes recibidas, pudieron aproximarse a estos últimos instantes. 
De igual manera, el artista Pat Rawlings recibió un encargo de NASA a principios de nuestro siglo para representar lo que un equipo de astronautas experimentaría en su visita al planeta rojo, incluyendo un encuentro con los diferentes elementos que ya se han enviado con anterioridad, como es este ejemplo de un grupo de astronautas junto a la Viking 2. 

En el encargo a Rawlings, encontramos además representaciones de campamentos, incluso de misiones de exploración que se sitúan en elementos geográficos del planeta que ya conocemos, como el cañón Noctis Labyrinthus. 
Las imágenes que nos devuelven tanto la sonda Perseverance como el Ingenuity nos acercan visiones de Marte que antes solo alcanzábamos a teorizar y a representar, pero que ahora podemos percibir. Si bien, aunque se encuentren en la absoluta vanguardia de las representaciones, siguen dependiendo de las ilustraciones para representarnos lo que nos depara el futuro más inmediato, como son los campamentos, zonas habitadas por humanos o incluso hangares para despegar las naves que volverán a la Tierra. La conclusión a la que podemos llegar es que las representaciones de elementos de nuestro Sistema Solar van a seguir dependiendo de las ilustraciones de los artistas, ya que hasta que la fotografía esté tan extendida como ocurre en la Tierra, gran parte de las representaciones seguirán dependiendo de los artistas.