revista de divulgación del Instituto de Astrofísica de Andalucía

Sala limpia

¿Cómo se protegen los equipos, tripulaciones y naves que se lanzan al espacio?

Por Miguel Abril (IAA-CSIC)
La respuesta
A. PROTECCIÓN ESTADÍSTICA: SE LANZAN MILES DE MININAVES Y ALGUNA LLEGARÁ.
B. PROTECCIÓN DEMOCRÁTICA: SE ESCRIBEN LOS DATOS VARIAS VECES Y SE LE HACE CASO A LA MAYORÍA.
C. PROTECCIÓN CHANTILLY: SE CUBRE LA NAVE O EQUIPOS CON UNA ESPUMA DE POLIPROPILENO ESPACIAL INYECTADO, DE CONSISTENCIA SIMILAR AL MERENGUE.
D. PROTECCIÓN DEFLECTORA DE INSPIRACIÓN GEOMAGNÉTICA: PUES ESO.

Me dan mucha pena los que diseñan instrumentos para el espacio: viven continuamente estresados, porque no solo les afectan los recortes que todos sufrimos, sino que los de la ESA y la NASA no hacen más que ponerles limitaciones a sus cacharros. Que si esto pesa diez gramos de más, que si no te pases de estas medidas, que si el consumo es demasiado alto… La limitación en peso viene dada por el altísimo coste que implican los cohetes multifase actuales, que viene a ser de unos cinco mil dólares por kilogramo de carga útil en el caso de los Soyuz Proton. Aun así, es casi cuatro veces menos que en las jubiladas lanzaderas espaciales, a pesar de que el programa americano se basaba en vehículos reutilizables, entre otras cosas, para reducir este tipo de costes. La situación no va a cambiar, al menos, hasta que se construya el célebre ascensor espacial del que tantos libros de ciencia ficción han hablado, y que tal vez hoy día no esté tan lejos de la realidad con el desarrollo de nuevos materiales como los nanotubos de carbono (algún día hablaremos de eso). El alto precio es una de las razones por las que muchas instituciones interesadas en investigación de alta atmósfera o espacial, pero que no pueden permitirse el gasto que supone un satélite convencional, orientan ahora sus diseños hacia sondas y vehículos con prestaciones más limitadas pero con pesos y costes asumibles. Son los llamados micro, nano y picosatélites, cuyos pesos varían entre los cien kilos y los cien gramos. Son pequeños, sí, pero nada comparable a otros proyectos nacidos en la imaginación de científicos como Michio Kaku, que predice en su libro La Física del Futuro que el espectacular avance en nanotecnología que se aproxima con pasos paradójicamente grandes permitirá en un futuro no demasiado lejano utilizar verdaderos enjambres de satélites y naves del tamaño de cabezas de alfiler. Y, como unos ingenios tan pequeños serían muy sensibles a radiaciones electromagnéticas y otras agresiones externas, cualquier acción estelar implicaría el lanzamiento de millones de nanonaves con el objetivo de que algunas alcancen sus lejanos objetivos, como se proponía en la respuesta A. Es verdad, al doctor Olla siempre se le va un poco la Kaku, pero tal vez aquí no esté tan lejos de la realidad: el ejército americano ya está invirtiendo en el desarrollo de “polvo inteligente” (buscad smartdust en google y veréis qué chulo), sensores del tamaño de granos de arena que serían esparcidos sobre el enemigo para controlar sus movimientos. Y también servirán para aplicaciones menos secretas, de las de no matar, en plan vigilancia del clima y cosas así.
Pero si la miniaturización de las naves es una técnica con un gran futuro, la “protección democrática” propuesta en la respuesta B es de uso habitual en sistemas aeroespaciales y otros que exijan una alta fiabilidad. Los datos críticos se escriben en tres ubicaciones diferentes y, cuando se van a utilizar, se leen todos y se comparan entre sí. En caso de que uno de ellos sea distinto, se utiliza el valor expresado por los otros dos. Por la mayoría, vamos, al más puro estilo de los antiguos griegos. Incluso la nomenclatura es intrínsecamente democrática, ya que al proceso de selección de los datos se le conoce por voting. Aunque tal vez fuera más acertada una analogía con nuestro actual sistema democrático y no con la idea griega original, porque una votación entre bits únicamente puede dar dos vencedores distintos. O uno, o cero. Bipartidismo a lo bestia, vaya. En realidad, esta técnica es solo una de las muchas estrategias propuestas por la teoría de control redundante. Los ingenios espaciales suelen incorporar además una duplicidad completa de los sistemas de control, constituida por uno principal y otro idéntico de respaldo, que o bien opera simultáneamente al primero o bien entra en acción en caso de fallo de aquel.
Niveles de radiación correspondientes a distintos eventos de actividad solar durante las misiones Apolo (fuente: www.minimagnetosphere.org)Un concepto mucho más rompedor en la protección de naves espaciales es el que proponía la respuesta D. Se trata de desviar las partículas cargadas de los rayos cósmicos y viento solar estableciendo alrededor de la nave un campo magnético, de la misma forma que la magnetosfera terrestre protege, y posibilitó en sus inicios, la vida en la superficie de nuestro planeta. En realidad la idea no es nueva: al mismísimo Wernher von Braun ya se le ocurrió por los años sesenta del siglo XX, pero la descartó por problemas técnicos relacionados con los inmensos imanes que necesitaría. Actualmente la situación es distinta y, aunque siguen existiendo problemas, la idea se ha retomado con fuerza, puesto que el de la radiación es tal vez el mayor problema que plantean los viajes tripulados a Marte que diversas agencias espaciales y empresas privadas están considerando seriamente. Un momento… Si la cosa es tan preocupante… ¿qué pasa con todos aquellos que fueron a la Luna en los sesenta y setenta sin minimagnetosferas ni chorradas de esas? Bien, aquí hay una prueba más de que en realidad no llegaron a la Luna y que se grabó todo en un estudio de televisión… ¡¡¡Que no, que no!!! Fue simple cuestión de suerte. Sus estancias eran mucho más cortas, de solo unos diez días, y afortunadamente ninguna de las misiones Apolo coincidió con episodios de actividad solar elevada. Aunque por poco, como puede verse en la figura.
Así las cosas, parece que la respuesta falsa era la C. No hay protección chantilly. Una pena, sonaba tan dulce…

La pregunta

Como me he quedado sin sitio para las cuatro opciones, esta vez voy a dejar respuesta libre. La pregunta está relacionada con el tema del próximo número, los sistemas de almacenamiento de información.
¿Cuál es la capacidad de almacenamiento de una bolsa de Bocabits? La mejor respuesta ganará una camiseta del sin par grupo de monologuistas científicos The Big Van Theory.

(*) Como siempre, podéis mandar vuestras respuestas a mabril@iaa.es